¿DONDE ESTA DIOS CUANDO LO NECESITO?
Por John C. Miller

En un momento sus discípulos estaban participando con el Señor de una tranquila cena. Luego, caminaron hacia el lugar favorito de Jesús, el jardín de Getsemaní, donde pasaba Él muchas noches orando y platicando junto a ellos en el fresco de la noche. No es difícil imaginárselos caminando hacia a aquel sitio entonando un himno; todo aparentaba estar bien. Luego...el caos. En instantes la escena parece cobrar otros matices. Judas traiciona al Señor, quien es llevado preso. Los discípulos huyen. Todo se convierte en un desconcierto. Todo sucede muy rápido ¿Dónde acabaría todo eso? Preguntas y más preguntas se levantan en las mentes de sus seguidores. Después, escuchan que Jesús es llevado por aquí y por allá, y más tarde...la condena. Trágicos eventos, todos sucediéndose en cadena.
Sentimientos extraños se agolpaban en los corazones de sus discípulos. Ven a su Señor prácticamente arrastrándose, cargando una pesada cruz. Miran de lejos aún bajo los efectos del tremendo impacto.
Los soldados toman a Jesús, lo clavan en la cruz y lo levantan. Su Señor y Rey está siendo crucificado. Sí, están todos en un estado de shock. Luego, el sepulcro. María Magdalena y la otra María, aún sin poder poner los pensamientos en correcto orden, se encuentran sentadas frente al sepulcro. Delante suyo, la frialdad de la tumba; la muerte yace allí. Lentamente la realidad sobrepasa todo estado de shock y comienzan a darse cuenta cuán real es todo lo que está aconteciendo.
Jesús había muerto, y ellos como miembros de esa secta serían los próximos en ser perseguidos y matados. La realidad comienza a embargarlos. El frío de la noche, el frío de la tumba. No nos dice cuánto tiempo estuvieron ambas mujeres allí. Quizá se fueron cuando en medio del silencio escucharon el vocerío y las maldiciones de un grupo de soldados que, en vez de gozar una noche de descanso, tenían que hacer guardia frente al sepulcro. Tal vez fue entonces que las dos pensaron que las venían a arrestar. La realidad de la vida las había embargado.
¿Qué estoy tratando de mostrar al revivir todos estos acontecimientos? Simplemente sacar de ellos una perla preciosa para que tú la puedas atesorar. Al pensar en los ajetreados momentos que rodearon la vida de estos amados seguidores de Cristo, hallo un cuadro semejantes a las pinceladas que dan color a nuestra propia vida. Rodeado muchas veces por una atmósfera de paz, fe, gozo en una reunión o una conferencia forma un cerco en torno a la realidad que acosa la vida todos los días, pero cosa distinta es cuando volvemos a casa, nos sentamos en la cama y nos enfrentamos a la dura realidad de la semana que enfrentaremos: las cuentas, un problema sin solución, el trabajos perdido, la enfermedad, la muerte. Porque allí, buscamos siempre que nuestro pellejo se salve, sin darnos cuenta que es una oportunidad para que el Señor sea glorificado. Porque no cantamos "glorifícate" cuando surgen los problemas familiares o cuando llega esa cuenta imposible de saldar; cuando hay problemas infranqueables o cuando me despiden del trabajo. No, no aplaudimos: ¡Viva. Cristo es el Rey!, cuando el médico anuncia la gravedad de una enfermedad. No decimos prestamente: ¡Glorifícate Señor! ¿Por qué esto es así? ¿Acaso nuestra vida no está escondida en Cristo y debe ser para gloria de su nombre? Simplemente porque la realidad de la vida nos consterna y no entendemos el eco eterno que puede llegar a tener todo esto que nos acontece.
Jesús ya no estaba. Se fue. El sustento de ese momento vigorizador al estar en su presencia, ya no estaba más. Se fue... ¿quién? El que siempre los ayudaba. Se fue... ¿quién? El que siempre los animaba. Se fue... ¿quién? El que siempre tenía las respuestas a todos los problemas. Se fue... ¿quién? El que siempre guardaba la mente correctamente centrada.
Tantas veces llegamos a la casa de Dios con los pelos de punta, no sabiendo que dirección tomar, hasta que de pronto viene su Espíritu, Dios trae su Palabra y otra vez son encausados los pensamientos, cobrando la correcta perspectiva; entonces lo vemos y todo está bien.
Pero, ¿dónde está el pastor cuándo lo necesito? Cuando se me vuelan los pajaritos. ¿Dónde está el pastor con la red para ponerlos dentro de la jaula y decir todo está bien, Dios está obrando? Quiero llamarlo por teléfono, y teléfono no funciona. Tomo la Biblia y no la puedo leer, se me rompieron los lentes y no tengo plata para reemplazarlos. ¡Se fue! ¿Quién? El que me ayudaba se fue. El que siempre estaba allí para animarme, para decir siempre las palabras justas, para decir lo qué hacer en cualquier circunstancia...se fue.
Pero, ahora que lo necesito dónde está Dios. ¡Hoy lo necesito! ¡Ahora!
¿Que quedó para las dos Marías cuando Jesús se fue? Sentadas estaban frente a la tumba, quedaba por delante una fría noche, soldados que venían, la incertidumbre. Y ¿ahora qué?... la realidad de la vida.
Todos cantamos fortalecidos en el funeral, pero al volver a la casa, la cama está fría, vacía; el ser amado ya no contesta más; el padre la madre no está.
Ahora déjame citar esa hermosa oración del Hijo hecha al Padre. La encontramos en Juan 12:28: "Padre, glorifica tu nombre". Y la respuesta del Padre fue: "¡Ya lo he glorificado y lo glorificaré otra vez!"
Juan 14: 1 nos dice: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi padre muchas moradas hay" - registra esto "en la casa de mi padre muchas moradas hay" -; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho". Ahora marca estas palabras: "VOY PUES". Se fue para preparar un lugar para nosotros. Pero, ¿cómo no es que había muchas moradas? El dijo: "voy a preparar un lugar". Claro hay tanta gente que va al cielo. Hay escasez de piezas quizá, de departamentitos que hay que preparar. Perdóname, pero no estaba hablando de un lugar como lo entiendes. Si de lugares físicos se tratase, había muchas moradas ya.
En 2 Corintios 11 encontramos un personaje muy amado por el Señor. Éste no tuvo el privilegio de ser uno de los doce discípulos, sino que emergió después de la muerte de Jesús y el Señor le concedió un gran lugar - responsable del evangelio que seguiría la Iglesia por más de dos mil años. El nombre de Dios fue grandemente glorificado en éste, a quien la realidad de la vida lo acosó y en ella glorificó a Dios. Medita en esto: "...en trabajos arduos, más; en cárceles, más; en azotes, sin medida; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces he recibido de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido flagelado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como como naufrago en alta mar. Muchas veces he estado en viajes a pie, en peligros de ríos, en peligros de ladrones, en peligros de los de mi nación, en peligros de los gentiles, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos; en trabajo arduo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez. Y encima de todo, lo que se agolpa sobre mí cada día: la preocupación por todas las iglesias".
Déjame preguntarte algo: ¿Dónde estaba Dios cuando Pablo recibía sobre sus espalda los azote o padecía desnudez, hambre o persecución? Te diré dónde...estaba preparando un lugar para él.
¿Se fue o no se fue? O será que cuando pensamos que Dios no está es cuando Dios está. No será que en el mundo de Dios es así, cuando pensamos que Él está lejos está muy cerca.
Recuerda esto cuando regreses a tu casa, cuando mañana o pasado te sucedan cosas que te sacudan, recuérdalo entonces: "Voy a preparar un lugar para ti". Porque el lugar que Dios está preparando para su pueblo no es un lugar aquí en la tierra para que la pases bien.
1 Pedro 1:3 nos dice :"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer, para una esperanza viva" - que por fin podamos vivir esta vida sin doctores, sin problemas sin soledades, sin angustias sin falta de dinero, sin dudas, sin incredulidades por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible" - ah, bárbaro, voy a recibir una herencia, se murió algún tío rico que ni sabía que tenía, me va a llegar una citación diciendo: "Eres ahora poseedor de un millón de dólares. Viste hermano, viste vecino, sigue el evangelio y verás lo que pasa con los que son evangélicos, todo le va bien - No te confundas, se escuchan muchas mentiras en el mundo hoy. Dios no está interesado en darnos cincuenta años de felicidad en la tierra. El nos está dando millones de años de gloria en el cielo. Y sigue diciendo: "... para una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada para nosotros".
Entonces, ¿dónde está toda esa herencia? Reservada en los cielos.
Cuando partas de este cuerpo tú y parta uno que no a nacido en Cristo, allí es donde comienzan las diferencias. Allí es donde uno recibe de Dios la herencia incorruptible que no puede ser manchada por el pecado ni por el mundo. Una herencia incorruptible reservada en el cielo para nosotros sus hijos.
Cada circunstancia en la vida Él la está preparando, y Dios está en cada una de ellas. Está arriba vigilando y ordenando cada detalle que acontece en ella.
Y "Sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero en la cual vosotros os alegráis". Alégrate aunque, ahora, por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas". Cuando viene la prueba, allí aplaude, allí habla al pastor y dile: "Pastor, yo quiero decirle que alabo a Dios, lo glorifico y aplaudo porque el es dueño y Señor de todas las cosas. Porque acaba de pasarme esto..."
"Por lo cual os alegráis". Cuando vayas a tu casa y te sientes acosado por las dudas, alégrate; cuando estés transitando momentos de soledad, alégrate. No pidas un escape: "Señor, no aguanto más". Alégrate porque Dios está preparando un lugar.
"La prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra..."
1 Pedro 4:12, "Amados" - menos mal que comienza con amados, sino pensaríamos que Dios nos odia -, "no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos". ¡Otra vez esa palabra "gozaos"!
María, tú que prorrumpiste en gozo cuando supiste que engendrabas al Hijo de Dios dentro tuyo, canta nuevamente la canción: "Mi alma bendice al Señor y mi espíritu se goza en ti mi Salvador". Ahora, ¡cántalo, María! ¡Cántalo sentada frente a la tumba!: "Pues Él me ha hecho grandes cosas". Sí, cántalo, María, porque la vida no es sólo pan, comida o dinero; la vida es una herencia incorruptible que Él está preparando para nosotros.
"Gozaos porque estáis siendo partícipes de los sufrimientos de Cristo". Y cuando Él padeció el padre dijo: "Yo estoy siendo glorificado". "Para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría".
Si tuviésemos oídos para oír, oiríamos estas palabras: "Me he glorificado y me seguiré glorificando en tu vida". ¡Aleluya!

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