EL REY SOLITARIO
Por Edward Miller

Tomado del libro: "Secretos del Del Reino" de R. E. Miller
Una alegoría comenzada en números anteriores, la que nos enseña cómo un rey que gobernaba con equidad y justicia quería tener comunión con sus ministros. Estos, quines en su comienzo gozaron de este favor, muy ocupados más tarde por sus labores, presentaron excusas ante sus reiteradas ausencias.
¿La armonía de quién? ¿La música de quién?

Después del Ministro de Ayudas, entró de golpe el joven Ministro de Música con una guitarra reluciente en la mano. Con entusiasmo tocó su última canción sin darse cuenta que se había olvidado de saludar al rey que lo escuchó pacientemente mientras terminó de tocarla y de cantar. «¿No es hermosa mi nueva canción, Rey?» preguntó con orgullo. «Es la última. ¿No le parece que tiene una melodía atrayente y moderna? Cuando la escuché, inmediatamente escribí la letra como para andar con el nuevo estilo de su reino. Realmente pienso que es la mejor que he escrito. Cuando grabe el cassette, seguramente que será primero en ventas.
Voy a tratar de hacerla tocar en ciertas ciudades del principado vecino. Contiene muy pocas ideas de nuestro reino, no demasiadas como para que la gente la rechace. Por eso pienso que será fácilmente aceptable por nuestros vecinos.
«Sabe, su majestad, hoy en día tengo mucho cuidado porque algunas personas no quieren las cosas viejas y sólidas. Quieren algo que los sacuda, algo de «rock». Siento que debo escribir un tipo de música que pueda ser escuchada por todos sin aburrirse. Queremos que toda nuestra gente esté enganchada a la onda del reino.
«Casualmente, señor, tengo un nuevo arreglo para mi canción. Mis ayudantes están con eso. Pronto vamos a tener esta canción lista para una orquesta completa. Cuando canté, ¿se fijó mis palabras: `vamos a estar locos por el reino'? Bueno, justo después de eso puse un fabuloso solo para batería. Pienso que la gente va a estar `recopada'.
«Gracias por escuchar mi canción, oh rey. Sabía sin preguntarle que usted lo aprobaría. Le mando el cassette cuando está listo. Y algo más, no me busque mañana porque tengo una reunión con la Sociedad de Músicos del Reino. No puedo decirle realmente cuando estaré libre para verlo». Así que, con una leve inclinación, salió el Ministro de Música tarareando su nueva canción.
Con cara de angustia el rey miró espantado a su ministro. Meneando la cabeza con lástima murmuró: ¡Un joven con tanto talento! Tenía esperanzas para ese muchacho porque tiene un maravilloso talento. Pero está tan metido con su propia música que no tiene tiempo para la mía. Ni me conoce, ni entiende mis melodías, ni escucha mis armonías. ¡Pobre músico engañado! Sinceramente cree que estoy complacido por la música que él crea. Tiene una personalidad tan hermosa y un espíritu cálido. Si tan solo viniera a mi, tendría una preciosa comunión con él y le enseñaría las armonías de mi reino. Podríamos ser realmente grandes amigos». Y otra vez el rey se sintió solitario y dejado a un lado.

¿Caminos Viejos o Nuevos?

Entró el Ministro del Estado, aquel que tenía la responsabilidad de integrar y coordinar las distintas partes y organizaciones del reino. Sin duda era un hombre de muchos conocimientos. Inclinándose en espléndida humildad ante el rey, anunció: «Oh, su majestad, seguimos adelante para crear la mejor unidad que hayamos tenido jamás en su reino.
«He aprendido que el camino hacia la unidad significa aislar y eliminar las cosas que causan desacuerdos. Consideramos que las ideas desagradables no permiten la unanimidad, así que mantenemos solamente aquellas cosas en las cuales estamos de acuerdo. Esta práctica simplifica mucho el camino hacia la unidad porque hay tan pocos principios acerca de los cuales estamos todos de acuerdo.
«Antes de irme, quiero contarle que, en este momento, continúo trabajando con aquellas personas que siguen siendo algo rebeldes. Simplemente no quieren soltar sus conceptos viejos y anticuados. Los llaman `sus caminos e hitos viejos'. Pero todavía estamos tratando de quitarles sus ideas anticuadas. O los hacemos entrar...¡o los hacemos salir! Al fin y al cabo, hay pocos rebeldes; la mayoría de nosotros ya vamos por el Camino Nuevo.
Después de tantos años de lucha, por fin llegaremos a ser un reino verdaderamente ecuménico. Además, mi Señor, siendo que a usted siempre le disgustaron las contiendas, sé que estará muy contento con nuestra obra. Le aseguro que estoy ocupado trabajando para usted. En realidad, estoy tan ocupado que casi no tengo tiempo para visitarlo. Terminando con estos comentarios, el ministro salió humilde y rápidamente del salón del trono.
El rey lo vio salir y miró con tristeza en esa dirección por largo rato, quedó pensativo. «Hombre engañado y digno de lástima. Realmente piensa que uniendo las mentes eficientemente en cuanto a algunos detalles menores e insignificantes se podrán eliminar las diferencias enormes en cuanto a lo que es importante. ¿Piensa acaso que, un pequeño blanqueo así, traerá felicidad a mí o a los de mi reino? Cuando ocasiones drásticas requieren el uso de una espada, no se evitará la guerra guardándola en el ropero.
«Es verdad que deseo la unidad, pero sólo en la aceptación de los principios que he establecido para mi reino. ¡Cómo añora mi alma darle luz acerca de la unidad y librarlo de su engaño! ¡Cómo quisiera hacerlo mi amigo además de uno que ama mis caminos! Trágicamente, sus conocimientos y sus libros han tomado mi lugar en su corazón y ya no me busca más. ¿No vendrá a mí ninguno de mis ministros a buscar mis palabras y aprender mis caminos?

¿De quién es la Plata y el Oro?

El próximo que vino fue el Ministro de la Tesorería. Su porte (y las vestiduras que usaba) señalaban la gran importancia de su puesto. Inclinando con deferencia su cabeza, dijo: «Oh rey, andamos apretados de dinero como de costumbre, pero las cosas van bastante bien. Tenemos un buen número de comités trabajando con nuestro flujo de divisas y estoy investigando distintos sistemas para obtener el dinero que necesitamos. Tengo planeados varios métodos para que nuestra gente pague no solamente el impuesto del diez por ciento, como de costumbre, sino que además se entusiasmen tanto que quieran dar más sin sentirse presionados.
«Es obvio que la mayoría de la gente no quiere pagar más de lo necesario a su tesorería. Muchos se quejan de que no reciben a cambio ningún beneficio visible. ¡Si tan sólo se dieran cuenta del privilegio que es el vivir en el reino que hemos desarrollado aquí! Trato de mantener nuestra gente tan ocupada que no hay mucho tiempo para quejarse. Ya estamos operando varios bazares muy populares y estamos planeando diversas ventas tipo kermesse. Claro que el bingo es demasiado moderno para alguna de nuestra gente pero comenzaremos con los grupos más «avanzados».
«Una de mis ideas nuevas es persuadir a los más adinerados que donen ciertas cosas específicas al reino. Entonces pondré placas en la pared avisando a todos quién ha hecho estas dádivas grandes. Créame, este método anda muy bien.
«Debo admitir, oh rey, que aunque estoy haciendo todo lo que está a mi alcance, la tesorería cuenta con pocas reservas. Nos cuesta mantener a flote algunos de nuestros esfuerzos para instigar porque son costosos. No me preocupa porque sé que eventualmente se cubrirán los gastos con creces. Afortunadamente, recibimos algo de ayuda de los departamentos de imprenta y música. Si no fuera por algunas de esas ayudas adicionales seguramente estaríamos en una situación muy difícil.
«Adios por ahora, su majestad. Ni bien tenga mejores noticias para darle, volveré a verlo». Y sin esperar ninguna respuesta de su señor, el importante tesorero se retiró de la presencia del rey.

Las Riquezas del Rey

«Pobre administrador ciego,» dijo el rey con cara llena de tristeza y disconformidad al verlo irse. ¿No sabe, no se da cuenta de lo rico que soy? No necesito oro ni plata de mi pueblo. ¿Se ha olvidado que el ganado de mil colinas me pertenece? El oro y la plata también son míos. Es verdad que quiero que mi pueblo comparta sus bienes conmigo, por amor a mí. Así puedo compartir más de mis bendiciones con ellos. Oh, si mi ministro tan sólo viniera y se sentara a mis pies y aprendiera de mí, descubriría pronto cómo entrar en descanso y no tener que trabajar tanto por el oro que perece. El rey solitario se quedó sentado y triste mientras pensaba que a su ministro le faltaba entendimiento concerniente a las finanzas del reino.

¿Qué es la Verdadera Felicidad?

El próximo que entró a la presencia del rey fue el Ministro de Salud, que tenía a su cargo el mantener sanos y contentos a la gente del reino. Inclinándose ante el rey, exclamó: «Oh rey, no tengo mucho tiempo para estar con usted esta mañana. Tanta gente está enferma o anda mal de salud. Usted se debe dar cuenta lo presionado que estoy por causa de sus muchas demandas.
«Oh rey, estoy haciendo todo lo que puedo para hacer que su pueblo esté contento y para que no estén en la miseria. He juntado algunos dichos o versitos para poner como placas en la pared para que sus súbditos no piensen tanto en sus dolores. También hemos preparado unos discos de música muy buenos para que se puedan sentir relajados.
«A lo mejor usted no sabe que estoy trabajando duro para hacerle propaganda al `pensar positivo' para persuadir a la gente que aunque ahora estén tristes o tengan mala salud, algún día todo estará bien. En vez de estar preocupados y ocuparse exclusivamente de sus problemas, deben pensar positivamente de aquel día cuando se elevarán más arriba y vivirán en el Gran Reino del Hermoso Más Allá. Usted dice, oh rey, que lo está preparando para nosotros. Eso sigue siendo verdad, ¿no es cierto, su majestad?
«Nuestro énfasis sobre el `pensar positivo' tendrá éxito porque algunos de nuestros mejores artistas y psicólogos están trabajando ahora con temas constructivos que animan. Seguramente el ser positivos hará que nuestra gente se sienta mucho mejor.
«Bueno, ahora debo irme, pero recuerde, realmente estamos promocionando esta nueva cosa del `pensar positivo'. Sin duda alguna, este mensaje de inspiración librará a nuestra gente de sus terribles estados de ánimo provocados por la autocondenación, la autoacusación y la culpa. Si aprenden a pensar siempre en temas positivos y de ayuda, sus súbditos no van a desesperarse y sufrir condenación por sus pecados. No se preocuparán tanto por su necesidad de arrepentirse. El énfasis en lo negativo y el pensar negativo no pueden nunca hacer que la gente sea sana. Nuestro nuevo mensaje traerá a sus súbditos a un lugar de `positividad' como nunca lo experimentaron antes. Nuevamente digo, me debo ir ahora, mi señor. Confío en que todo saldrá bien. Ah, de paso le pido, si descubre alguna frasecita inspiradora, por favor hágame saber, ¿sí? Créame, estaré muy agradecido».
Lágrimas llenaron los ojos del rey mientras se retiraba el Ministro de Salud. «No», dijo tristemente el rey, «mi ministro no se da cuenta lo que está haciendo. Aunque muchas veces se sentó delante mío y escuchó mis palabras, nunca me escuchó realmente cuando hablaba. Derramo lágrimas por él porque se esfuerza tanto en hacer que mi pueblo sea feliz pero no lo logrará así. No se da cuenta de que la felicidad no viene realmente del responder humano frente a circunstancias positivas. La felicidad y el gozo que mi pueblo necesita vienen solamente de corazones que están profundamente enamorados de mí. La verdadera felicidad viene a aquellos que no dependen de circunstancias que los haga felices.

La Puerta de Entrada al Reino

El Ministro del Registro no entró realmente a la sala de recepción. Meramente se asomó a la puerta. Pidiendo disculpas por su forma de hacer las cosas poco convencional, anunció: «Tengo una noticia tremenda para usted, oh rey. Reportes de todas partes de su reino indican que este año nuestros obreros han persuadido a 153.721 súbditos extranjeros que tomen la decisión de venir a vivir a su reino.
«¿Cómo es eso?», preguntó el Ministro del Registro. ¿Me está preguntando si alguno de esos 153.721 convertidos vendrá primero a usted para pedir perdón por sus rebeliones? ¿Alguno de ellos piensa rogarle que lo reciba como su súbdito? ¿Eso es lo que me está preguntando, Señor? Oh, lamento, mi rey. No figura en mis registros que alguno de ese grupo piensa venir a usted. Oh, ¿me dice que veintisiete vinieron ante usted a pedir perdón? Bueno, disculpe; no guardo registro de ese tipo de cosas. Al fin y al cabo sólo registro los nombres que me pasan los mensajeros. Aquí están los nombres de las 153.721 personas que prometieron mudarse aquí y ser súbditos de su reino. Claro que los hemos anotado y los estamos contando como que ya están `adentro'.
«Seguramente este incremento enorme hará feliz al tesorero porque habrá mucha más gente que pagarán su impuesto del diez por ciento. ¿Cómo? ¿Usted dice que prefiere que los nuevos convertidos vengan aquí a verlo primero? Bueno, trataré este asunto con las autoridades que correspondan, oh rey. En realidad eso está fuera de mi esfera. Mencionaré su deseo al Ministro de Comunicación para que él notifique sus deseos a los mensajeros. Sí, sí, no se preocupe. Voy a hacer eso. Bueno, ahora me debo ir. No sé cuando tendré listo el próximo reporte, pero, hasta aquel entonces, que le vaya bien». Cuando vino, apenas se asomó a la puerta, así que rápidamente dio un paso hacia atrás y en un instante se fue.
Frunciendo el rostro con tristeza, el rey solitario pensó en las muchas almas tristes que vendrían a vivir en su reino sin nunca venir a verlo, sin pedir permiso y sin recibir su perdón.
¿Nadie les dijo nunca que todo el que viene a vivir a mi reino debe pedir mi aceptación y ser registrado? Tarde o temprano todos los que no estén registrados serán echados y repatriados.
¿Mis ministros piensan realmente que cualquiera puede venir a residir en mi reino? ¿Se imaginan que la gente puede venir y vivir bajo mi protección sin primeramente haber recibido de mí un permiso de residencia?
¿De qué sirven todas las estadísticas que fabrican los que hacen los registros si los nuevos inmigrantes nunca vienen a conocer a su rey?
Me temo que mi ministro escogido se ha olvidado de mis caminos, si es que alguna vez los aprendió.

Los Planes y Propósitos del Rey

Mientras el rey triste pensó en esta situación inaceptable, entró el Ministro del Exterior. Entre otras cosas, estaba encargado de las embajadas y consulados en todo el mundo, así que procedió a dar un largo informe de los tiempos difíciles y responsabilidades.
«Sabe, su alteza,» comentó con cortesía, «que hemos tenido que cerrar muchos de nuestros consulados. ¿Puede creer que algunas de nuestras embajadas han sido destruidas? Algunos de nuestros mejores hombres se han encontrado con la persecución. Es triste realmente.
"Otros de nuestros más valientes defensores han sido hecho mártires por causa del reino. A muchos gobiernos más allá de sus fronteras directamente no les gusta su Reino de Luz. Verdaderamente no me puedo imaginar por qué.
«En otros lugares estamos avanzando lo más pronto posible, pero debo admitir, hemos tenido que redistribuir considerablemente nuestras fuerzas. Es una lástima, pero por ahora hemos tenido que cerrar algunas de nuestras mejores obras. Con el fin de redistribuir nuestras fuerzas, las estamos poniendo en lugares donde nos permiten representar su reino.
«Mírelo desde este punto de vista, su majestad, no nos han derrotado. Simplemente hemos retirado fuerzas de algunos lugares para duplicarlas en otras áreas donde somos más bienvenidos.
"Creo que va a estar contento con lo que estamos haciendo y le agradará ver los registros que estamos acumulando en nuestro Ministerio. A pesar de nuestros problemas, creo que al final vamos a salir ganando.
"Honrado rey, a pesar de todos los reportes negativos, estoy seguro que su reino realmente va hacia adelante.
«Cuando por fin seamos lo suficientemente grandes, creo que conseguiremos que estos otros países vuelvan a abrir nuestras embajadas por la fuerza. Sí, estoy trabajando para lograr eso, oh rey. Bueno, debo volver a mi oficina ahora ya que tengo muchas cosas para hacer. Adiós, su majestad; lo veo la próxima vez, pero no sé realmente exactamente cuando será eso».
Y con ese comentario salió confiadamente del salón del trono.
Con mirada distante, el rey solitario pensó en los últimos reportes. Sabía muy bien que muchos otros gobiernos estaban aliados con el malvado príncipe limítrofe. Al igual que aquel rebelde malévolo, ellos también odiaban al Reino de Luz con su rey bueno. El triste rey sabía también que algunos de sus propios súbditos se habían ido lejos.
«Desgraciadamente,» dijo el rey a sí mismo, «poco a poco mi ministro ha perdido el contacto con la situación en mi reino. Hace tanto tiempo que no me ha dado una oportunidad de sentarme a hablar con él. Obviamente el pobre hombre tan trabajador se ha olvidado completamente de lo que una vez le enseñé en cuanto a mis verdaderos planes y propósitos. ¡Cómo quisiera que aflojara su paso y tomara tiempo para venir a estar conmigo! Podríamos tener dulce comunión juntos, porque es un hombre sincero, pero...» Así que, con un gemido en su corazón, el rey pensó en silencio de las necesidades serias de su ministro.
(continuará)

 

VOLVER AL INDICE ARTICULOS