REVISTA RHEMA |
SACERDOCIO
Por John C. Miller
El término «sacerdote» es usado en el mundo en relación al hombre, especialmente en la iglesia católica. Nosotros lo veremos aplicado a aquél que ha sido hecho sumo sacerdote a favor de los hombres, Jesucristo. "... teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios» (Hebreos 4:14).
El libro de Hebreos nos dice muy explícitamente que tal
oficio es otorgado por Dios. Nadie toma para sí esta honra, sino
el que es llamado por Dios. Así tampoco Cristo se glorificó a
sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú
eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy. Tú eres sacerdote para
siempre, según el orden de Melquisedec (Hebreos 5:4-6).
Y como tal, es el único mediador entre Dios y el hombre. No hay
otro mediador. El hombre puede inventar muchos mediadores que
intercedan por él: san aquí, santo allá, sin embargo la
palabra de Dios lo dice claramente: «Porque hay un solo Dios, y
un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre»
(1Timoteo 2:5).
En oriente uno halla un sin número de dioses, al menos en este
punto estamos de acuerdo con nuestros hermanos católicos y
judíos, juntamente podemos decir: «Hay un solo Dios». Sin
embargo aquí el camino se bifurca, nuestros hermanos judíos
quedan incompletos, y nuestros hermanos católicos caen en el
error, ya que su Palabra claramente nos dice: «Hay un solo Dios
y un solo mediador.»
LA LABOR SACERDOTAL
En este punto nos detendremos a observar el trabajo
desempeñado por este sumo sacerdote.
El libro de Hebreos capítulo 5 versículo 1, dice así: «Porque
todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, es constituido
a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que
presente ofrendas y sacrificios por los pecados, para que se
muestre paciente con los ignorantes y los extraviados, puesto que
él también está rodeado de debilidad.»
El sumo sacerdote presenta ofrendas. Las ofrendas, dicho de otra
manera, son regalos.
¿Cuáles son las ofrendas que Jesús presenta al Padre?
Su vida es la primera y más valiosa ofrenda. Luego aquellas
que nosotros, su iglesia, le damos.
¿Cuando hacemos mención de nuestras ofrendas a qué nos
referimos?
En el Salmo 100 están citadas dos de ellas: acciones de gracias
y alabanzas.
Personas en distintas oportunidades me han dicho: «¿Por qué
deja que el tiempo de canto y alabanza se extienda tanto?» Mi
respuesta a esto ha sido: «No estamos perdiendo el tiempo;
¡estamos dándole una ofrenda al Señor!» ¿De qué se trata
una ofrenda? Es darle a Dios algo que tiene valor. Si vienes a
una reunión y lo primero que traes son tus quejas, esto no es
darle una ofrenda que El merezca. Si cuando abres tu corazón te
quejas del pago de la luz que debes hacer o de lo mal que te
encuentras, ésta no es una ofrenda digna ni suena a acción de
gracias o alabanza. Quizás, entonces, tengas que seguir otra
hora más alabando, hasta que brote de tu corazón y labios algo
que pueda ser presentado ante el Padre.
No estoy queriendo decir con esto que no habrá tiempo para
que puedas traer delante de Dios tus peticiones; ¡sí lo habrá!
Me estoy refiriendo a aquellas ofrendas de valor, las cuales
Jesús puede y quiere presentar al Padre, diciéndole: «Padre,
esto me lo ha dado mi iglesia y yo te lo doy a ti».
Cuando elevo las manos diciendo: «¡Jesús gracias por tu
salvación! ¡Gracias por tu amor! ¡Gracias por el trabajo que
tengo! ¡Gracias por la salud! ¡Gracias por la provisión de
comida en mi mesa! Gracias por la vida... gracias por la cruz....
gracias por tu amor... gracias por tu misericordia. ¡Gracias!;
¡gracias!; ¡gracias! Que nadie lo califique como pérdida de
tiempo. No cantamos para entrar en calor; no alabamos porque
debemos guardar una formula: una canción, luego la palabra, y
finalmente otra canción. Cantamos y alabamos a Dios porque
traemos una ofrenda.
Esta ha sido desde siempre la manera en la cual los hombres se
han presentado y se presentan ante gobernantes e ilustres
señores. Por favor, si alguna vez tienes una entrevista con un
presidente no vayas con las manos vacías. Los mismos gobernantes
se intercambian regalos. En Washington hay un museo que expone
los regalos que han hecho gobernantes y personas a la investidura
del presidente.
Regalos... ofrendas para Dios. Un corazón alegre será una
fragancia grata a El. Un corazón lleno de gratitud alegrará al
Padre. ¿Qué ofrenda le traes tú a Dios?
En el libro de Malaquías 1, versículo 6 hallamos palabras para
una profunda meditación: «El hijo honra al Padre y el siervo
honra a su Señor, si pues soy yo Padre, ¿dónde está mi honra?
Y continúa diciendo: «... cuando ofrecéis un animal ciego para
el sacrificio ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo, el
enfermo, ¿no es malo? Preséntalo a tu príncipe, ¿acaso se
agradará él? O ¿le serás acepto?"
Las palabras que leímos son muy fuertes. Habla de un regalo
que no es digno; de una ofrenda que contamina la mesa. Ahora
contesta la pregunta que antes te hice.¿Qué ofrenda le traes tu
a Dios?
Hay una ofrenda muy valiosa.tú vida. Jesús también ofrendó la
suya. Una ofrenda para que Dios haga de ella lo que quiera, para
que El sea a través tuyo en esta tierra; para que puedas ser sus
manos, su boca, sus pies. Para que como dijo Pablo: «no más
vivo yo, pero Cristo es el que vive en mí».
SACRIFICIO POR EL PECADO
Nuestro sumo Sacerdote también presenta sacrificios por los
pecados. Y como leímos ya, Él tiene compasión y se muestra
paciente para con los ignorantes. ¿Quiénes son los ignorantes?
Los que ignoran que están pecando. Los que no saben que ofenden
a Dios con la vida que llevan. Cuando estábamos en nuestros
pecados, si bien nuestra conciencia nos decía que estaba mal lo
que hacíamos, ignorábamos que ofendíamos a Dios. Pero un día
la luz de Dios nos alcanzó y el mensaje del evangelio nos trajo
al arrepentimiento, fue entonces que nos dimos cuenta que
habíamos ofendido a Dios y vivido en pecado.
Su paciencia no sólo es para con los ignorantes sino también
para con los extraviados. Alguien que estaba caminando en
santidad y se descarrió de ella. Alguien que perdió su norte,
alguien que debe hallar el camino nuevamente.
¿Por qué mostrarse paciente para con éstos?
Lee conmigo estos dos pasajes: «Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin
pecado». Y... «que ha venido a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados
del pueblo, pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es
poderoso para socorrer a los que son tentados» (Hebreos 2:17).
No podemos jugar con el pecado, las consecuencias son
demasiado desastrosas. Como pastor me ha tocado ver las grandes
huellas que deja. He visto vidas deambular por años, buscando la
paz interior y la restauración, hasta que por gracia algo
sucede: Dios los perdona. «Algo pasó, pastor, sé que desde ese
momento en más quedé restaurado y perdonado».
De esto leemos en las Escrituras. El pueblo cuando pecaba se
acercaba al Tabernáculo, traía su ofrenda por causa del pecado
y quedaban cubiertos legalmente, por así decirlo,
arrepintiéndose de su pecado.
Permíteme ilustrar esto. Don Jacobo, el almacenero, salía de su
casa y se dirigía al Tabernáculo, llevaba con él un cordero en
sus brazos; los demás vecinos sabían a dónde iba. Era quizás
el hablar de todo el vecindario. ¿Qué habrá hecho don Jacobo?
¿Nos habrá cobrado el doble a todos? ¿Nos habrá vendido carne
con mucha sal?
Don Jacobo también sabía que cuando iba al Taber-náculo llevando a cuesta su cordero, por más que escondiera el bulto, el pueblo sabría que él había pecado. No, ¡el pecado no se cubre! Entregaba el animal al sacerdote, éste ponía su mano sobre el animal y el pecado era expiado. Pero, sin embargo, no era sino una vez al año, el Día de Expiación, donde el sumo sacerdote entraba en la presencia de Dios y allí, con la sangre del cordero derramada y salpicada sobre el arca, sobre el Asiento de Misericordia, Dios le concedía la expiación de los pecados de todo el año; de todas aquellas personas que habían pecado y ofrecido su ofrenda.
Nosotros tenemos también un Sumo Sacerdote que hace
expiación por nuestros pecados. Jesucristo, el Hijo de Dios. Si
vives en pecado, si te encuentra extraviado: ¡Arrepiéntete!
Pide al Señor perdón. Te estoy hablando de RESTAURACION. Creo
en la restauración. Creo que uno que se descarría puede volver
al camino. Creo que si uno cae, aún siendo creyente, puede pedir
perdón y ser restaurado, hasta que le es concedido la expiación
de sus pecados.
Creo en una iglesia que puede dar gloria a Dios. Creo en una
iglesia que puede ser santa.
El ruego de Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, a Dios, fue: «Padre,
seas tú glorificado». Es el mayor deseo de Su corazón, que a
través de la iglesia y de tu vida el Padre sea glorificado. Así
sea.