REVISTA RHEMA

TIEMPO DE CONCEPCIÓN
Por Jorge Lacovara

. Un derramar que ya no será más solamente local ni solamente nacional, sino que será de escala mundial. ¡El Espíritu Santo quiere volcar Su Gracia y Su Gloria sobre toda la tierra! Siento que ese avivamiento tiene que ver con la Manifestación de la Presencia de Dios. No sé de que forma será, ni tampoco importa. Lo bueno es que Él lo va a hacer.
Y creo que la iglesia tendrá parte de este mover de Dios como canal o instrumento; como un medio para que esta ola se desparrame sobre la tierra.
Pero es necesario aclarar algo, porque cuando uno oye que Dios va a mover, tiende a sentarse a esperar que aquello empiece a suceder.
Todas las cosas que Dios hace no suceden de repente, como saliendo de la nada, sino que de Él proviene una concepción, y luego de la concepción, todo tiene un tiempo de gestación. Dios estableció la creación y fijó asimismo períodos de gestación para todas las cosas; de manera que todo lo que ha sido dado a luz, antes de su alumbramiento pasó primero por un tiempo de gestación, a oscuras.


Génesis 1:2 dice que «...la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.» En hebreo, esta última frase conlleva el significado de «empollar», como cuando una gallina cubre sus huevos hasta que nazcan los pollitos. En otras palabras, el Espíritu de Dios empollaba la nueva creación en la tierra. Obsérvese que «las tinieblas estaban», pero aún en medio de esas tinieblas el Espíritu de Dios estaba empollando, preparando una nueva creación. Del mismo versículo, otra traducción dice que el Espíritu de Dios «se agitaba con dolores de parto, como mujer que está dando a luz».
Las tinieblas pueden estar, pero no importa. Lo que vale es que el Espíritu de Dios se mueve en medio de ellas, y con sus presiones produce un clamor y un agitar, un desear que nazca, un dolor de parto para que sea dada a luz una nueva vida en Dios.
Dios nos está diciendo que estamos ante los umbrales de un nuevo día, de un nuevo tiempo Suyo,
de un nuevo mover. Es entonces que pensamos que la Presencia de Dios vendrá como algo que simplemente aparece. Pero no es así.

Isaías 66:7 y 8 dicen: «Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?»
La pregunta que se hace aquí es: ¿Nacerá una nación espiritual de la nada? ¿Acaso se puede dar a luz sin que exista primero un engendrar? No, es imposible; no se puede.
Entonces, ¿cómo haremos para que nazca esa nación de Su Presencia en este mundo? ¿Enviaremos cartas para todos lados, contando como es esto...? ¿Engendraremos nosotros esa nación?
Hermano, hay una nación que tiene que ser engendrada, y no hablo de una nación natural, como la Argentina o Chile, o la que fuere, sino que estoy hablando de una nación que Dios dijo que levantaría en estos últimos días; que sería la Nación de Su Presencia, el pueblo de Su Presencia, el pueblo que amaría Su Presencia; que sería la Esposa del Cordero. Esa es la nación que va a nacer.

El Espíritu Santo está diciendo: «Habrá una nación sobre la tierra, que amará y adorará a Dios, que bendecirá a Dios, que caerá a Sus pies, que se entregará a Él, que Le servirá y que amará Su Presencia».
Engendrar esa nación significa más que salir y abrir nuevas obras. Esto debemos continuar haciendo, pero para engendrar se requiere del concebir de Dios en los corazones. El engendrar viene de parte del Espíritu de Dios; porque no hay hombre, no hay carne que pueda concebir lo que viene de Dios. Cada avivamiento y cada una de Sus visitaciones primeramente fueron concebidas y luego tuvieron su período de gestación. Y el vientre en que fueron engendradas fue el de la Iglesia. No siempre todos han participado en ello. Normalmente sólo un minúsculo grupo fue el que se dispuso, que se abrió, para ser como un vientre espiritual y recibir esa simiente de Dios; y en ellos Dios generó un clamor que los llevó a jadeos como los de una mujer de parto.
Y para que ello se produzca necesitaremos que el Señor despierte muchas veces nuestros corazones y nos lleve a Su Presencia, y que cuando estamos dentro de ella que nos lleve a intercesión y clamores y gemidos, hasta que el Espíritu libre algo en lo invisible y Dios derrame de Sus aguas sobre la tierra.

Dios quiere formar padres. Se requieren padres en lo espiritual, que sientan la carga, que sufran dolores de parto, así como otros tuvieron que sufrir los dolores de parto que nos dieron a luz a nosotros.

El capítulo 18 de 1a. Reyes nos cuenta de un tiempo durante la vida de Elías en el cual no llovió durante tres años. Durante esos tres años Dios no habló; tampoco Elías dijo nada, pues siendo profeta no podía decir lo que Dios no decía. Daba palabra de Dios solamente cuando Dios hablaba; si Dios callaba, también Elías callaba. Pero cierto día Dios le dijo: «Anuncia que va a llover», y lo hizo: (1a.Reyes 18:41) «Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe, porque una lluvia grande se oye».

Estaba anunciando que venía la hora de Dios, la visitación de Dios; estaba proclamando que venía un avivamiento: La lluvia viene, el agua viene; el día de la gran lluvia se escucha.
Acab subió a comer y a beber, pero ¿qué hizo Elías? «Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas» (1a.Reyes 18:42). Elías hundió su rostro entre las rodillas y se puso a orar, y a orar, y a orar... A clamar a Dios. Él había anunciado que llovería, había profetizado que las aguas venían, y luego subió al monte a clamar a Dios. ¿Y cuánto tiempo puso su rostro entre las rodillas para orar y clamar? Hasta que Dios trajo la respuesta. No dejó de orar hasta que ese mover fue dado a luz. Cesó de orar cuando la respuesta nació, cuando fue dada a luz.

Creo firmemente que Dios quiere que seamos partícipes de esta hora. En estos tiempos que son previos al próximo derramar de Dios, Su Espíritu está buscando «vientres» espirituales. El Espíritu Santo necesita vientres espirituales en los cuales depositar la simiente de Dios. Y esta simiente, cuando sea envuelta en los clamores de Su Iglesia, se gestará , y por medio de dolores de parto será dada a luz sobre esta tierra.

De manera que el participar en este tiempo no termina con recibir esa simiente de Dios y proclamarla, sino también en poner nuestro rostro entre las rodillas y permanecer creyendo, y clamando y clamando y clamando, hasta que nazca en este mundo ese bebé espiritual. No permanezcamos allí sentados simplemente esperando el día, pues si nuestro espíritu ni está dispuesto ni encendido, no veremos la visitación cuando nazca, ni nos percataremos de que es Él.
Yo creo más que nadie que Dios quiere visitar este mundo, que quiere traer una visitación a cada país. Dios dijo que levantaría ministerios jóvenes de nuestro medio y que serían enviados a distintas partes del mundo como antorchas encendidas por el Espíritu de Dios. Creo que no solamente tomará a jóvenes sino que también no tan jóvenes serán llamados. Pero ¡debo advertir! : Nadie posee un título de «misionero» que le dice que va a funcionar cuando venga el avivamiento y que mientras tanto puede quedarse sentado durmiendo en el banco. Ese ir no comenzará el día en que Dios les diga: «¡Bueno, ahora levanten sus bolsos y vayan!». Ese ir empieza hoy, aquí.

Así podemos compartir -o colaborar- con Dios. Y necesito advertir también de esto: A pesar de que uno pueda ya estar en medio de este hermoso tiempo de Dios en el cual el Espíritu está llevando a intercesión, luchando espiritualmente por otros países, y a pesar de que está a punto de amanecer... se puede quedar afuera.
Porque lo nuevo que viene de Dios, que tiene que ver con Su Presencia, viene también con una piedra de tropiezo, en la cual Ud. podría tropezar.
Hay un principio de Dios (no del diablo), que es poner en todo lo que Él hace una piedra de tropiezo, una piedra de escándalo. El avivamiento viene, pero sólo los que lo deseen con todo el corazón lo podrán recibir. Sencillamente porque solamente si se tiene mucho hambre y sed de Dios se podrá ignorar la piedra y pasarla por alto. Los verdaderamente hambrientos y sedientos dirán: No me importa la piedra, quiero lo que está detrás de ella.
Cuando conforme a la costumbre de esos tiempos María y José fueron al templo para presentar a su hijo Jesús recién nacido, Simeón profetiza: «He aquí este está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha».
Señal en la cual muchos ciertamente tropezaron. ¿Pero por qué? ¿Es que no reconocían que Jesús era el Mesías? No. ¿Cómo puede ser?

La razón fue que Él no se ajustaba a cómo pensaban ellos que Él sería. No encajaba en las ideas ya preconcebidas. Los que tropezaron tenían una cierta anticipación de cómo se presentaría el Mesías, y cuando vino, como no coincidió con sus conceptos, dijeron: ¡ÉSTE NO ES! Y hasta el día de hoy lo siguen esperando.
La Presencia de Dios viene. Ese día viene, y tiene que ver con lo que nosotros durante tantos años hemos hablado y gozado. Sin embargo, no vendrá en la forma en que la conocimos hasta hoy, y si nuestros corazones se allegan a Dios con ideas preconcebidas de cómo será, podríamos quedar afuera en ese día de visitación. Guardemos este consejo: ¡Olvidemos el ayer!
No nos olvidemos de los principios que Dios nos enseñó, pero sí... de las formas. No vendrá como lo hizo antes. Y si no puedo aceptarlo en Su venida, porque no viene como lo hizo hace veinte años, he ahí mi piedra de tropiezo... y me quedo afuera.

Cuando estaba preparando este mensaje me detuve a pedirle al Señor que me guardara de no tropezar. Porque todavía recuerdo un incidente personal. Me hallaba participando de una reunión y sabía que lo que estaba ocurriendo a mi alrededor era de Dios, pero me sentía incómodo. Había una piedra muy grande con la cual yo estaba tropezando, y era la manera tan torpe en que ministraba el pastor. Otro pastor amigo se acercó para preguntarme qué me pasaba, así que le conté que no soportaba esa manera de ministrar; yo había aprendido otra cosa. ¿Y sabe cuál fue la respuesta...? «Quizá tengas razón, pero ésa es una piedra que Dios dejó en el medio. Si vos querés tropezar con eso, tropezá, pero acordate que cuando vino Jesús pasó lo mismo. No rechaces lo que es de Dios por causa del vaso que está siendo usado». Me dije a mí mismo que él tenía razón y abrí mi alma al Espíritu de Dios. Entonces vino Dios y también obró en mí.
En medio de lo que traiga, Dios va a dejar algo que será como una piedrita en el zapato. Y dejará esa piedrita que lo vuelve loco, para ver si su hambre y sed por esa Presencia de Dios es tanta que estará dispuesto -a pesar de la piedrita- a abrazar lo que Dios ofrezca.

Hermano mío, sí, permita al Espíritu tomar su ser para concebir lo que Él desea gestar en nosotros. Permita que el Espíritu de Dios le lleve por los caminos de los jadeos y hacia los dolores de parto. Sea parte de los que darán a luz. Y guárdese de que en aquél día no Le rechace por no ser la cosa como la imaginó. Pase por alto la piedra de tropiezo, sabiendo que está incluída en lo que Dios hace, y podrá abrazar y regocijarse en Su visitación; y tendrá parte de la obra de Dios.

 

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