REVISTA
RHEMA
CARTA
ABIERTA A MI FAMILIA
EN CRISTO
Por Ricardo Magliocco.
Me preocupa y es notorio en nuestros jóvenes las
diferencias sociales que se establecen, haciendo
hincapié en que valemos por lo que tenemos en
lugar del absoluto reconocimiento de los valores
humanos, morales, éticos y aún más, aquellos
valores adquiridos paso a paso desandando el
camino que nos conduce a Dios.
Meses atrás estando todavía frescas las horas
de la Navidad, mi pastor predicaba acerca del
crecimiento del cristiano y pincelaba con
palabras muy claras el nacimiento de Jesús
nuestro Señor en un pesebre; en un sucio y
maloliente pesebre. Este ejemplo de superlativa
humildad me impulsó a escribir esta carta.
Nosotros, pobres seres humanos, cuando estamos en
el llano, nos esforzamos tratando que nadie haga
acepción de nuestra persona, en cambio cuando
tenemos un buen pasar y unos pesos en el bolsillo
nos invade un estado de amnesia que nos hace
olvidar de dónde hemos salido o lo que es mucho
peor, de dónde nos ha rescatado Dios.
Jesús, el que nació en aquel pesebre donde se
respiraba lo irrespirable, Jesús el nazareno, el
que ayer se lo conocía como el hijo del
carpintero y hoy es el Rey de reyes y Señor de
señores, cuando apareció en medio de los once
apóstoles no mostró sus huellas en manos y pies
solamente a Lucas que ostentaba el título de
médico, o a Mateo que alguna vez había gozado
del beneplácito de los romanos, sino que
compartió la gloria del Padre con todos por
igual, permaneciendo en Él intactos la humildad
y el amor que lo caracterizó.
Pero la realidad nos ha enseñado que mucha de la
responsabilidad de los actos de los hijos recae
en nosotros, sus padres.
Inconcientemente o no, estamos gestando
adoradores de la sociedad de consumo, pequeños
burgueses que se llevan por delante al mundo con
el poder adquisitivo de sus padres, para luego
tener que despertar vertiginosamente del sueño
que estaban inmersos al hacerse CARGO de una
familia propia.
No demos a nuestros hijos el pescado,
enseñémosle como pescar. Es nuestra obligación
moral advertirles que habrán momentos de salmón
y otros de simples merluzas.
Recuerdo una prédica del evangelista Annacondia
en la cual hacía esta pregunta: «¿Cómo está
tu corazón?» Continuaba diciendo: «Si tu boca
habla sólo de temas como la cotización de la
bolsa, o de la novela de la televisión, o de tu
equipo favorito de fútbol, o de la marca de ropa
que usa éste o aquel». Respondía Anacondia:
«Tu corazón está al borde del infarto, del
infarto espiritual».
Yo me regunto: ¿Cómo está nuestro corazón?
¿Hacia dónde guiamos a nuestros hijos? ¿Hacia
dónde vamos nosotros mismos?
Dios Padre Todopoderoso, este cristiano en
formación, que desea ser modelado y que no está
eximido de falencias como éstas o mayores, te
ruega que le concedas algo muy especial:
¡MEMORIA! Si, memoria para que al tener delante
de mí los beneficios materiales que por tu
gracia y misericordia me quieras dar, nunca
olvide de dónde vine, quién fui y de dónde me
has rescatado.
Al recordarlo sabré cúal es mi identidad y
podré compartirla con mis hijos y con los hijos
de mis hijos. En el nombre de tu Amado Hijo
Jesús. Amén.
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