|
VUESTRO
GOZO
Por Amy Carmichael
«Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros y
vuestro gozo sea cumplido» (Juan 15: 7 - 11)
". . . Vuestro gozo"
Una extraña "palabra", viniendo de Dios, considerando
las circunstancias, pero fue la primera que llegó a mí...
Nunca había pensado que estaría confinada a una cama por largo
tiempo. Siempre creí estar fortalecida, de manera que pudiera
tanto ignorar como pasar por alto mi accidente en los pies, y
(habiendo orado intensamente por ello) pasar entre medio de mis
problemas sin ocasionarle a nadie molestia alguna.
Lo que sucedió luego, es extraño a mi naturaleza. La gloriosa
felicidad que experimenté, a través de meses en donde mi fuerza
de voluntad no pudo hacer nada para conquistar mi dolor (y eso no
se puede ignorar), no era natural. Era una de esas sorpresas de
nuestro Amante celestial, quien nunca se cansa de darnos
sorpresas.
La "palabra" vino a mi la mañana después del
accidente. Tuve una tremenda caída en la pequeña ciudad de
Indiana, llamada Joyous City, adonde algunos de nosotros
habíamos ido a prepararnos para una selección de dos misioneros
que se iban a radicar allí. Esta caída me produjo una fractura
de hueso, me dislocó un tobillo y causó algunas heridas
internas de seriedad. Entonces regresamos de vuelta a casa por la
noche recorriendo 46 millas, hacia nuestra base misionera, y para
cuando llegamos los efectos del obrar del misericordioso sanador
divino comenzaron a debilitarse. Sucedió después que, como si
fuera a través de una neblina, escuché a la caba de enfermeras
diciendo algo acerca de su deseo de quitar mi dolor y supe que se
refería a que quería llevar ella el dolor, en mi lugar. Ahí
fue cuando me oí contestar espontáneamente "vuestro gozo,
el cual nadie puede quitar..."
Era como hacerme eco en alta voz de algo oído en lo profundo de
mi ser. No lo reconocí como un versículo escri-tural, sólo era
cierto mensaje celestial para mí realmente una palabra de paz,
aún de regocijo! Podía ver toda mi "familia"
misionera, deseando llevar cada uno de ellos el dolor por mí.
Aún, gracias al gran consuelo que me había sido dado a causa de
esa palabra, me sentía gozosa y agradecida de que ello les fuera
imposible.
Y ahora, para que ustedes puedan conocer por qué me aventuro
humildemente a escribir para aquellos que saben más que yo sobre
el horrible y desgarrador poder del dolor, les contaré por qué
pensé en escribir sobre lo que aprendí.
Una noche, después de muchas, muchas noches en que, a pesar de
todo lo que se hizo para inducirme a dormir, el sueño no quería
venir, (excepto por breves momentos), recibí una carta de una
amiga. Proseguí en la lectura hasta que llegué a una parte
donde mi amiga parecía insinuar cierto placer al escribir sobre
mi "reposo obligado", y esta frase tonta se enclavó en
mí como una espina. Me sentía muy exhausta como para reírme de
ella, como uno se ríe de las cosas cuando se siente bien.
¿Así que esto se suponía ser un descanso? Y ¿era el Padre
Celestial, el que estaba quebrando, rompiendo, obligando con el
peso de una calamidad física total, a una hija que sólo deseaba
obedecer Su más pequeño deseo? Estas palabras -"reposo
obligado"- tenían lo que ahora reconozco como un absurdo
poder para angustiarme. Conllevaban en sí mismas algo tan poco
grato, y un falso concepto sobre nuestro Padre.
Hasta el momento en que leí esas palabras - aunque estaba
consternada por mi accidente - no había tenido ni un solo
miserable momento de descanso, aunque sea interior, y eso debido
a que había sido fortalecida con paz en la aceptación. El
espíritu puede vivir más allá de la carne, y el mío, ayudado
por el tierno amor de nuestro Señor Jesús y por el cariño de
los que me rodeaban, lo había logrado.
Pero, cuando leí estas palabras de "consuelo", y por
un largo período después de ello, fue bien diferente. No tenía
paz. No, hasta que oí nuevamente, muy profundo dentro de mí
suaves y sedantes palabras, así como lo hacen las madres:
"no dejes tu corazón afanarse. ¿No sabes que yo comprendo
lo que tú estás sufriendo? ¿Las palabras del hombre son asunto
Mío o tuyo?"
Y supe una vez más que el Padre comprende a Su hijo, y la hija a
su Padre....
Les compartiré sobre el consuelo que hallé: no te desanimes a
causa de palabras "voladoras". No esperes que de labios
de hombre salgan palabras pacíficas. Y no permitas que frases
ignorantes acumuladas entre lo "bueno" y la
"enfermedad" penetren tu caparazón. ¿Cómo pueden
aquellos, que no han pasado por este sufrimiento, saber algo
sobre el asunto?
Pero el Señor, nuestro Creador, ¡sí sabe! Y todo aquel que ha
sufrido, sabe: dolor y falta de descanso no se identifican con el
"reposo" y nunca podrán; ni tampoco lo es la debilidad
que sobreviene a dolores agudos; ni tampoco la falta de descanso
que significa estar tan cansado de la falta interior de descanso.
Estas cosas son como un polo extremo del verdadero descanso.
Nuestro Padre conoce que nuestro descanso se halla solo cuando
tenemos un sentir de bienestar; un bienestar que, no importa qué
circunstancias atravesamos, es como el sentir que uno tiene
después de galopar sobre el lomo de un caballo, o al tirarse a
una pileta de natación, o en el mar... Él lo sabe! Él nos
creó así, y ¿puede acaso el Creador olvidarse de ello? Si Él
recuerda lo que es el verdadero descanso, qué importa si otros
se olvidan.
Así que, podemos ser confortados y llenados con Su don: esa
dulzura interior. Y podemos darle gracias a Él aún cuando otros
nos atropellen inconscientemente, hablando livianamente sobre el
asunto que nos aflige.