REVISTA RHEMA

LA INVITACIÓN DE UN REY
Por John C. Miller

El pueblo de Israel se levantó una mañana y los campos estaban llenos de comida. Se preguntaron: ¿qué es esto? Maná, sí...comída de los cielos.
Nosotros últimamente también nos hemos hecho la misma pregunta. Dios ha enviado desde los cielos desde hace ya algo más de dos meses una nueva visitación de Su Espíritu a la iglesia, como así también entre los jóvenes del Instituto Bíblico. Nos hemos sentido arrasadoramente sorpendidos por este maravilloso obrar de Dios. Nunca imaginamos que Dios tuviera en mente cerrar este milenio desplegando tan precioso tesoro entre tan pequeños hombres.
Al principiar este siglo la Iglesia conoció la lluvia primera, ahora estamos siendo testigo del derramar de la lluvia postrera.
Los hombre han hechos grandes preparativos como despedida del milenio y el albor de otro, pero Dios supera toda imaginación, organización y presentación. Al fin... El es el creador de estas criaturas llamadas "hombres", capaces y llenos de revolucionarias ideas.
Vidas están siendo llenada con el Espíritu Santo, embriagadas con el vino servido en el banquete preparado por el Rey. No es acaso el libro de Cantares de los Cantares que nos dice que Su amada fue llevada a la "Casa de Banquete". Hallé en una de las tantas traducciones el significado muy especifico de dicha casa, se refiere a "La Casa del Vino". Y por cierto no el que conoce el hombre que tomado sobre medida trae perdición al alma. En Su banquete, el vino del Espíritu trae gozo, sanidad, renovación, restauración, etc. Sí, el Señor está sanando corazones, cuerpos y almas; quitando cargas y estorbos del pasado que impedían entrar en una relación mayor con su Dios; hablando en lenguas, profetizando, viendo visiones.
En esta inesperada fiesta preparada por el Rey, tambien flueye un hermoso río de aguas vivas al cual Ezequiel hace referencia en el capítulo 47: "Todo el que entrara en el río, ciertamente vivirá".
Sí, el Rey ha hecho una fiesta. Una fiesta gloriosa a la cual Su Iglesia ha sido invitada, y no podemos sino maravillarnos.
Jesús nos habló de una fiesta en Lucas cap. 14. El rey hace referencia a una fiesta de casamiento para su hijo, y a la hora de la cena envió a sus siervos a decir a sus convidados: "Ven que está todo preparado. Pero todos ellos comenzaron a excusarse... uno dijo, yo compré una hacienda, el otro...yo he comprado cinco yuntas de bueyes, el otro...yo acabo de casarme, y todos dieron excusas para no ir a la fiesta, y de regreso el siervo hizo saber estas cosas a su amo. Enojado él le ordenó: ve a las plazas y a las calles y trae aquí a los pobres, mancos, cojos y ciegos. Ve por los caminos, fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa, porque ninguno de los hombres que fueron invitados gustará de mi cena".
La invitación a esta fiesta es para todos sus redimidos. Nos ha llegado reporte de aquí y allí, donde Dios esta moviendo de la misma manera que entre nuestro pueblo. En una pequeña iglesia perdida en el sur de nuestro país, empezaron a suceder algunas cosas. El pastor está tratando de controlar la situación. Sin embargo, yo espero que nadie trate de parar este mover, porque aunque lo intente, igualmente continuará pues se trata de una fiesta servida por el Rey con abundancia para su pueblo. El la está sirviendo a los convidados; y a esta fiesta están todos invitados.
En una oportunidad, una amigo de mi padre, recibió una invitación de la reina de Inglaterra, para asistir a una recepción y en la invitación se leía: "se te ordena presentarte en el Palacio de Buckingham a tal hora, tal día... y adiós, firmado: Su Majestad, la Reina".
Estas son las invitaciones de los reyes. Se "te ordena ir." Y por eso dice: "fuérzalos a entrar." Eso me gusta. Me gusta más aún, cuando aquellos que están encerrados en prisiones, que tienen carteles que dicen "iglesia tal o cual", de esta o aquella denominación, son forzados a entrar por el Señor y aunque no lo quieran ahí dentro, cuando cruzan la puerta, caen igualmente bajo el poder, en la puerta de la iglesia, en la calle, en sus casas, y el Señor los lleva a su maravillosa fiesta; nuestros planes, nuestras excusas, son irrelevantes, son secundarios. Cuando esta fiesta comenzó, yo tenía todo preparado para salir de viaje, los pasajes comprados y en dos días salía para realizar una gira en el extremo oriente y participar de una conferencia donde se reunían los representantes de varias iglesias que tenían ya su retiro planeado. Pero el Rey me dijo: "te ordeno quedarte a la fiesta". Tuve que llamarlos por teléfono y decir: "perdónenme, pero es la primera vez en mi vida que falto a mi palabra, pero tengo que cancelar mi viaje." Y me contestaron, está bien, no hay problema. Dos días más tarde, me llamaron para anunciar que venían a Argentina para participar de esta fiesta. Y ahora estamos rodeados de chinos, de varios lugares del mundo. Ellos vinieron para recibir el mover de Dios y hay otros aún en camino que llegarán próximamente.
El dijo, ve a los pobres pues no muchos son invitados a las grandes fiestas, de los hombres, menos aún los pobres, ciegos y necesitados. Ellos tienen que esperar que la fiesta termine a ver si pueden revolver y sacar algo de los desechos.
En las fiestas preparadas por Dios, contrariamente, los pobres entran primero, los necesitados, hambrientos, depreciados, angustiados y quebrantados de corazón, son los primeros en entrar; los otros tienen que esperar hasta que su soberbia, orgullo y religiosidad, cedan un poquito. Que esperen el turno - hasta que se vuelvan pobres y necesitados.
Esta no es una fiesta de canciones, ni de predicaciones teológicas, es la fiesta del derramamiento del Espíritu Santo y de gran poder. Hay un río que fluye del trono de Dios y embriaga corazones, que nos llena de gozo, limpia el alma, sana las heridas que la vida y el desprecio del hombre han dejado abiertas.
Es una fiesta en la cual Dios quiere gozarse con sus hijos. Si no estamos en su fiesta, podemos hacer nuestra propia fiesta y poner en práctica nuestras reglas, pero cuando Dios está de fiesta, él es quien pone las reglas; tal vez puedas cantar o tal vez no puedas, o tal vez estén todos bajo el poder, cantando cada uno su propia canción.
Recuerdo que hubo una grande fiesta de Dios hace ya diez años y él me dijo: "Mira, estoy cansado de escuchar vuestro órgano, vuestras canciones, vuestras alabanzas; haz silencio" Yo contesté: "Pero, Dios, si somos conocidos en Argentina como la iglesia que conoce la adoración" Así, pues, tuve que apagar el órgano; no cantamos como de costumbre, ni alabamos. Entrábamos a los cultos, nos parábamos frente al altar, levantando nuestras manos y clamábamos a Dios hasta que su Espíritu Santo fue derramado y sucedieron cosas que ojo no vio. En esos tiempos realmente, yo fui testigo cómo la gente volaba aún por el aire, arrojada varios metros por el poder de Dios; obras tremendas hechas en los corazones. Hubo personas que fueron llevadas por Dios, quedando como muertos sus cuerpos fríos en el piso durante horas; llevadas como Pablo menciona, al tercer cielo, donde vieron maravillas que no podían luego relatar. Dios hará cosas grandilocuentes, pero nosotros deberemos dejar de lado nuestras estructuras.
En este tiempo he visto a mi congregación compartiendo unos con otros esa vida fresca que el Espíritu ha traído como si fueran niños, gozándose delante de Dios. El nos quiere en ese estado, y en cielo vamos a entrar en ese estado, vamos a dejar todo el fruto del árbol del conocimiento de la vida, la suspicacia humana, y todos esos enredos que tenemos nuestro cerebro, van a quedar en esta tierra a merced de los gusanos. Pero ese niño que llevamos dentro, ese ser espiritual que Dios ha puesto dentro nuestro, esa nueva criatura, es simplemente un niño.
Si realmente deseas ser parte de esta fiesta, solamente levanta tus manos y con sinceridad dile: "por favor, Señor, yo quiero ser parte de ella."
Me han preguntado en varias ocasiones cómo se puede entrar en esto que Dios está haciendo. Primero tienes que venir como pobre, el pobre no tiene nada que perder, porque ya lo perdió todo; no tiene que perder su dignidad, porque también la perdió. Entonces, ellos son los que entran primero. Quítense esas vestimentas de gala que a veces usan cuando van al culto. No digo que no se engalanen para ir ante la presencia del Rey, sino que me refiero a algo interior; a esas hipocresías y a esas máscaras que usamos para aparentar ante los demás que somos seres espirituales.
Acércate a Dios con hambre y sed, quitándote esa vestimenta real que te has confeccionado; abandonando esa imagen que tienes y viniendo delante de Dios, exponiendo tu famélica estructura espiritual.
Los hombres ricos en los tiempos de Jesús, usaban varias túnicas, una sobre otra, porque el vestido era lo más caro en aquellos tiempos; representaba el sueldo mensual de un obrero.
Muchas veces, todas esas vestiduras las usamos para esconder ese esqueleto famélico y espiritualmente seco. Para entrar en el mover de Dios debes quitarte todas esas vestiduras de espiritualidad y ser como el rey David, aunque te reten cuando regresas a tu casa, como lo hizo su esposa.
Además debes salir de tu casa, de tu encierro, tienes que exponerte delante de Dios tal cuál te ha dejado la sequía. Hermanos, hemos estado viviendo meses y hasta años en algunos casos, de sequía espiritual, aunque lo tapamos con canciones y con predicaciones en las iglesias, en el corazón sabemos de nuestra sequía. Y así tienes que acercarte a Dios, necesitado y él te dejará entrar.
A las puertas de la fiesta hay unos robustos ángeles; tienes que convencerlos para que te dejen entrar y para ellos debes ser sincero, y ellos te dejarán entrar, porque si bien son corpulentos y poderosos, y es imposible forzar el acceso, tienen corazón blando para aquellos vestidos de pobres y un corazón duro para con los soberbios, para con los religiosos, para con los prepotentes y en el caso de los ricos, tal cuál está escrito, Dios los envía de vuelta vacíos.
Cuando entres, permanece allí, clamando al Señor hasta que las puertas se abran y puedas entrar y tener un encuentro personal con él. No trates de imitar a los demás. Dios está haciendo un trabajo real y glorioso... individualmente,
Es bien sabido que no se puede vivir de la experiencia ajena. Hay que buscar y hallar el propio lugar, el plato que nos pertenece y que tiene nuestro nombre escrito y donde te van a servir lo que tú necesitas
La invitación está abierta para todos. Entren y beban de las aguas. Entren y participen de esta gran fiesta; el Rey los invita.
Toda fiesta tiene un menú, por que ha de ser ésta diferente. Léelo atentamente: "Hay cosas que ojo no vio visto, JAMAS. Hay cosas que oído nunca oyó, cosas que no ha subido ni en el corazón ni en la imaginación del hombre, son las que el Señor ha preparado para aquellos que le aman."

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