REVISTA RHEMA |
UN RÍO CAMBIÓ LA HISTORIA DEL PUEBLO DE
DIOS
Por Jorge Lacovara
En este tiempo el Río de Dios está fluyendo de manera muy hermosa. Sin duda, habrá
oído usted acerca de las cosas muy tremendas que Dios está haciendo, y escuchará aún
más...
¿Cuántos se han dado cuenta que paralelamente al río de Dios hay otro río fluyendo?
¿Notó que el enemigo también se ha levantado con todo tipo de barreras y problemas? Sin
embargo, lo único que el enemigo puede hacer es tirar piedras, y aunque alguna que otra
pega por ahí, el Señor es fiel. Él prometió guardarnos. Mas debido a que estas
molestias están sucediendo, el Señor me habló a través del conocido pasaje de 1ª.
Samuel 17. Este capítulo narra ese momento muy clave donde David siendo apenas un
muchachito derrota al gigante.
Repasemos un poco la historia. El ejército de Israel estaba con todos sus capitanes y
guerreros formados de un lado del valle, con sus lanzas y espadas. Sus enemigos, el
ejército de los filisteos, entre quienes había un gigante llamado Goliat, acampaban
frente a estos. Este gigante se acercaba, vez tras vez, frente al ejército del Israel y
los desafiaba, gritándoles: si había alguno que se animase a luchar con él. El grandote
se había engreído bastante y todo el ejército de Israel le temía. Puedo imaginar los
comentarios entre las filas de los israelitas. Pregunta va y pregunta viene: quién se
animaría a luchar contra él. Veían a Goliat y decían: "Es muy grande.... No vamos
a poder contra él...". Este gigante desafiaba constantemente al pueblo de Israel.
David que entonces era un jovencito de unos 17 ó 18 años, su padre lo llama y le
encomienda una misión: "llévales algo de comer a tus hermanos que están en el
campo de batalla" . Puso comida en una canasta y lo envió a destino . No sé si
usted tiene o tuvo adolescentes en su casa; no hay nada más apropiado que pedirle a un
adolescente que haga algo. Usted le dice: "Mira que es urgente, anda rápido", y
él sale corriendo... sólo que por el camino se empieza a distraer y termina caminando
tranquilamente, pateando piedras, mirando el paisaje, dando vueltas, conversando un ratito
con un amigo aquí y otro allí. ¡Olvido lo urgente de su misión! No es difícil
imaginar a ese muchachito, David, pensando: "Qué bueno, voy a ver a mis hermanos, y
voy a poder a ver junto a todo el ejército de Israel."
Cuando llega a destino, encuentra al ejército todo alborotado, murmurando entre ellos
quién enfrentaría al gigante. David era jovencito, pero no era miedoso, y dijo: "Yo
voy a ir a pelear con ese gigante, ¿quién se cree que es?". Así que lo llevan
delante del rey Saúl. Sí que fue una sorpresa: " ¿Tú vas a pelear con el
gigante?" Se lo quedó mirando, finalmente dice que le pongan su propia armadura,
para que no vaya descubierto. Mas David, aunque intenta ponérsela, la armadura de Saúl
no le cabe; le sobra por todos lados. El versículo 39 cuenta que: "probó andar... Y
dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó
de sí todas aquellas cosas". David se quitó de encima todos los hierros que le
habían dado e hizo algo interesante. Y Esto vamos a mirar ahora.
IMITE A DAVID
Dios está obrando. Él está moviendo, y por supuesto, como ya dije, el enemigo trata
de frenar lo que Dios está haciendo. Si usted no ha tenido luchas en estos días, bueno,
bienaventurado sea. Dé gloria a Dios, pero si ha estado enfrentando batallas, si ha
tenido una semana peleada, si junto con todo este fluir de Dios ha venido también un
ataque, entonces sepa que eso es justamente lo que está pasando: ¡Hay ataques!
Entonces, ¿cómo vamos a luchar contra esto? ¿Y cuáles son esas armas que Dios nos da?
Si leemos el versículo 40 de 1ª. Samuel 17 las hallaremos. "Tomó su cayado (David)
en su mano y escogió cinco piedras lisas del río y las puso en el saco pastoril, en el
zurrón que traía, y tomo su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. Y el filisteo
venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo
miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.
Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a
David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las
aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a
mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en nombre de Jehová de los
ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te
entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los
cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la
tierra sabrá que hay Dios en Israel". ¡Aleluya! "Y sabrá toda esta
congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la
batalla, y Él os entregará en nuestras manos. Y aconteció que cuando el filisteo se
levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la
línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí
una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó
clavada en la frente y cayó sobre su rostro en tierra . Así venció David al filisteo
con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su
mano".
¿Leyó atentamente?¿Con qué venció al filisteo? Con una piedrita. ¿Sacada de dónde?
¡Del río!
El secreto de la victoria en estos días no está en que usted se ponga de pie y empiece a
reprender y a gritar y a zapatear. Está en que usted se meta en el río de Dios, pues en
ese río está lo que necesita para pelear.
Dice que escogió cinco piedras, pero antes de ello, tomó en su mano el cayado. El cayado
es señal de autoridad. Párese sobre la autoridad que Dios le ha dado usted. Dios lo ha
hecho su hijo o su hija; párese sobre la autoridad que Dios le ha conferido. Él nos ha
dado autoridad sobre todo espíritu de mal y esa autoridad sigue vigente; no se ha perdido
ni se ha extinguido. Fue lo primero que tomó David, el cayado; y después escogió cinco
piedras lisas del arroyo.
A estas piedras les podemos poner nombres.
PRIMERA PIEDRA
A la primer piedra yo la llamaría "paciencia". Fíjese en su bolsa a ver si
la tiene. ¿Qué es esto de la paciencia? La Escritura dice: "la prueba de vuestra fe
produce paciencia". Quiere decir que más de una vez van a venir las situaciones
conflictivas que no dejan de molestar, que insistentemente permanecen. Sin embargo, es
preciso seguir firme esperando en Dios. La prueba de nuestra fe produce paciencia.
Esto de la paciencia es difícil, pero por otro lado, rendirse a la impaciencia nos puede
jugar una mala pasada. ¿Se acuerda lo que pasó con Saúl? Por su impaciencia perdió el
reino. Se apuró. No tuvo paciencia.
Oswald Chambers en su devocional "En pos de lo supremo" deja un hermosa
ilustración al respecto: La paciencia es como una roca al borde del mar que resiste los
embates de las olas.
SEGUNDA PIEDRA
La segunda es la "fe". Sólo que cuidémonos de no confundir fe con
presunción. ¿Qué es presunción? Es ese exclamar emotivamente: "¡Dios lo va a
hacer, Dios lo va a hacer, Dios lo va a hacer!", pero sin base. La fe no es eso; la
fe está apoyada en la Palabra de Dios, en algo que Dios dijo. Es porque Dios lo dijo que
mi fe cree que Él lo va a hacer. Y no porque en un momento de entusiasmo me parece que lo
va a hacer. "¿Dios te habló algo?" "No, Dios no me dijo nada, ¡pero lo
va a hacer!" Esto un buen deseo, es ganas de que sea hecho, pero no es fe, es
presunción. La fe está basada en una palabra de Dios.
TERCERA PIEDRA
La tercera es la "confianza". ¿En qué consiste la confianza? En no mirar
las imposibilidades sino mirar más allá. Delante de nuestros ojos se presentan las
imposibilidades, pero no miremos lo que está apenas delante de nuestros ojos. Extendamos
la mirada más allá, mirando las posibilidades de Dios. A esto podemos agregar una cosa
más, un secreto: No solamente miremos las posibilidades de Dios, sino que también
confesemos la victoria de Dios. Cuando se confiesa la victoria de Dios, Dios envía sus
fuerzas espirituales para que esa victoria se concrete, pero si se confiesa negativamente
lo que Dios no hace o se cree que no puede hacer, el diablo también manda las fuerzas
para hundir y deprimir y desanimar. Debemos confiar; confiar y proclamar la victoria de
Dios, por la fe en la Palabra de Dios.
CUARTA PIEDRA
La cuarta piedrecita del río es la "perseverancia". Esto es: no solamente comenzar algo, sino también llegar a terminarlo. He visto muchos comienzos, pero no muchos finales. Empezar es fácil; terminar es mucho más difícil. Para terminar es necesario seguir y seguir y seguir, aun cuando parezca que todo está en contra. Aun cuando todo grita que no es como se piensa, se debe seguir hasta alcanzar el objetivo que Dios puso delante de uno.
QUINTA PIEDRA
Y la quinta piedra: "consistencia". ¿Qué es la consistencia? Es una firmeza en la convicción por alcanzar un objetivo. Una Escritura dice: "El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos". Inconstante es el que aunque arranque como para llevarse el mundo por delante... ¡se queda a los 2 Km! Pero la inconstancia, el cambio de idea, se originó en el doble ánimo. Algunos creyentes son como esos autos viejos que tienen el carburador tapado. Arrancan, andan un poco, y de pronto de paran. Y cuando se paran, uno los empuja. Los empuja una cuadra, los empuja dos, tres, y por ahí en el siguiente culto parece que, ¡Aleluya! ¡parece que arrancaron de nuevo!. De pronto, paf, paf, otra vez se quedaron. No son consistentes, por su doble ánimo son inconstantes y entonces no son firmes.
Tomemos las armas que el Señor nos está dando: la fe, la paciencia, la confianza, la
perseverancia, y la consistencia; pongámoslas en la honda, démonos vuelta y
arrojémoslas hacia la frente del gigante que tengamos adelante, se llame como se llame y
sea como sea. Cada uno sabe cuál es ese gigante, cada uno sabe contra qué tiene que
pelear y cuál es su lucha.
Este río está para traerlo a usted a victoria, así que escoja la piedra que quiera
sabiendo que el enemigo no puede frenar lo que Dios hace. Dios está por encima de todo.
Un río cambió la historia del pueblo de Dios, el río de Dios cambiará también la
suya.
EL RIO DE DIOS LO SORPENDERA
Hace unos días llamó a nuestra radio una señora que no asiste a nuestra
congregación y comentó que el domingo anterior en su casa estaba escuchando la
predicación de nuestro culto transmitido en directo, cuando en medio de eso oye mi
oración por una persona. Nos contó que cuando empecé esa oración, ella supo que las
palabras también eran por ella, y de repente cayó de rodillas en el lugar donde estaba,
llorando muy quebrantada, sentía que Dios sanaba adentro su corazón. Luego, de pronto
bajo el poder de Dios, comenzó a reírse a las carcajadas. ¡No podía parar! ¡No podía
controlarse! Sus palabras fueron: "Yo creo que el río entró en mi casa..." Y
yo también lo creo.
Este Río está empezando a afectar el ambiente espiritual de esta ciudad porque esas
cosas no pasan por simplemente estar escuchando un programa de radio. Eso ocurre porque
Dios llega al corazón. Dios está desparramando ese río en medio de su pueblo, y claro
que por eso el diablo está tan enojado que quiere hacer cualquier cosa con tal de parar
su fluir.
Oración:
Señor, ¡ese gigante Goliat nos desafía! ¡Yo hoy, como hizo David aquél día, me paro
frente al arroyo, frente al río, entro en él y tomo piedras de ese arroyo que son las
armas que tú nos estás dando. Junto con aquellos que se atreven a creer entramos en el
Río de Dios, en el Río de vida, en el Río de Victoria!