REVISTA RHEMA

BUSCO UNA CIUDAD
Por John .C.Miller

La galería de los grandes, las estatuas de los héroes se exhiben inalterables en el capítulo 11 del libro a los Hebreos. Hombres y mujeres de Dios que fueron, a través de los años, de gran inspiración y enseñanza al cristiano.
En esta enriquecedora galería nos detendremos ante el Padre de la Fe, quien nunca deja de aportarnos sus enseñanzas.
"Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber adónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Porque los que esto dicen, claramente te dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial. Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad" (hebreos 11:8, 16).

UN EXTRANJERO

Abraham, un hombre grande, llamado a ser grande pero no a los ojos de los hombres. No supo que sería el padre de una nación que afectaría a este mundo en una manera u otra, y menos que seguiría afectándolo aún hoy.
Cuando Dios llamó a Abraham, este obedeció y salió en busca de la herencia que Dios le dio. Salió sin saber adónde iba. Dios lo llamó a una herencia y Abraham no puso condiciones. Simplemente obedeció y salió. Y habitó como extranjero en la tierra prometida.
Habité como extranjero y puedo decir que no es fácil morar en tierra ajena. La comida, el idioma y las costumbres son diferentes. Aunque me hiciera ciudadano de esa nación me sentiré un extranjero, y sus habitantes sentirán que soy extranjero. Conviviremos, nos llevaremos bien, nos amaremos, pero soy un extranjero.
Dice la Palabra que Abraham: "habitó allí por fe". Hace falta fe para vivir en una tierra extraña. Allí estaba él, su familia, sus siervos, sus ovejas; y los demás, eran los demás. Los que tienen el privilegio de ser llamados por Dios, serán en este mundo extranjeros aún en su propia nación.

¿UNA CIUDAD?

Lot, a diferencia de Abraham, se aquerenció en la tierra que habitó; Abraham solamente moró en ella, pues, esperaba aquella otra ciudad que tiene fundamentos y cuyo arquitecto y constructor es Dios. Esa ciudad era lo que él deseaba desde el momento que Dios lo llamó. No le satisfizo vivir en ninguna otra.
No sé cómo sabía que había otra ciudad. Deben ser esas extrañas cosas del llamado de Dios al corazón del hombre. Génesis no nos narra nada al respecto, pero si lo leemos en la Epístola a los Hebreos.
Me siento identificado con Abraham. Yo también busco esa otra ciudad.

Puedo imaginarme alguna de las tantas propuestas de los amigos de Abraham: "Hay ciudades por todos lados, Abraham. Escoge, pues, la que quieras y vive en ella". Sin embargo, no era eso satisfactorio para él.
Hay algo que me maravilla de todo esto, puedo entender a Dios como el arquitecto de esta ciudad. Él es grande, hace un proyecto, un plano y dice: "ángeles, ¡ejecútenlo!" Pero la ciudad que Abraham buscaba, Dios mismo la construía, no los ángeles, no arcángeles, ni los hombres. Esto me toca profundamente, que Dios se interese en construir algo para Abraham, una ciudad para ese extranjero.
Permítame enfatizar esto: que Dios le dibuje una mansión es entendible. "Mi siervo me sirvió dos o tres años, o cinco o diez, o cincuenta o cien, o cuantos sean. Le restamos piezas por el tiempo que no hizo bien las cosas y le sumamos piezas por el tiempo que tuvo fe y me sirvió." Pero, ¿que se la construya? Obviamente para Dios debió ser muy importante este hombre, para edificarle personalmente una ciudad.

¿CÓMO CONSTRUYE DIOS?

Estoy empezando a aprender un poquito acerca de esto. Ciertamente muy diferente de cómo el hombre lo hace. El usa materiales tan extraños: circunstancias, dolores, decepciones. Construye con aquello que a veces nos destruye.
Nos dice Pedro que como piedras vivas somos edificados. Dios mismo tallando. Dios mismo está encargado de cada circunstancia de la vida. Es Dios construyendo para usted.
El versículo 12 del capítulo citado, nos dice: "Por lo cual de uno casi muerto salieron como las estrellas en multitud..."
Qué extraordinario que Dios esperó hasta que estaba casi muerto. Note cuan extraña es la manera en la cual Dios construye.
El hombre edifica para disfrutar en esta vida. La gloria del hombre es su vida, sus fuerzas. Dios esperó hasta que el hombre estaba casi muerto antes de sacar de él una multitud. No, no, no se equivoque, tan solo un niño; nada más.
Me atrevo a espiar una conversación familiar...
- Mira Lot, Dios me llamó, le seguí, fui fiel, estuve habitando como extranjero y ¡Dios me dio un hijo!
- Ah, ¿sí? Mi primer nieto ya nació hace unas semanas. ¿Tuviste un hijo?, qué bien, Abraham, ¡por fin lograste hacer algo en este mundo!
Sin duda no fue noticia en los diarios el nacimiento de Isaac. Todo el mundo tiene hijos. Abraham, casi muerto, tuvo un hijo.
No fue un hijo ni un niño cualquiera, aunque parecía serlo. En sus venas, en su genética, llevaba el cuerpo que Dios usaría un día para venir a esta tierra.
Esa fue su herencia. Un niño, luego una nación. Dios tuvo un cuerpo cuando decidió salvar a la humanidad. ¡Qué grande! Claro, ahora lo vemos. La revelación del Espíritu Santo lo muestra, pero Abraham no lo sabía, sus conciudadanos no lo sabían, nadie sabía las implicancias de obedecer a Dios y habitar como extranjero en lugares extraños.

¡GRANDEZA!

Ahora deténgase en el versículo 13: "Murieron todos (¿está listo para entender esto?) sin haber recibido lo prometido, sino, mirándolo de lejos, creyéndolo, aún saludándolo, confesando que en esta tierra eran extranjeros y peregrinos"
¡Esto es grandeza! Incomprensible por supuesto para mí. Yo puedo entender acerca de recibir la herencia, puedo entender lo que es esperar, ser paciente, pero esto supera mi razonamiento. Este hombre, estos héroes de la fe murieron no sólo sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos...
Dios se aseguró la historia de Abraham, que los principios de su fundamentos permanezcan hasta hoy, escrito aún en la galería de los héroes, y no en la galería de los fracasados.
"Confesando, mientras saludaba y creía en esa tierra, que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra, porque lo que dicen estos claramente, dan a entender que buscan una patria, y si hubieran estado pensando en esa de la que salieron, tenían tiempo de volver."
Abraham pudo regresar. Dios dice que hay tiempo para regresar y no ser más extranjero en la tierra. ¿Quiere? Puede tener su herencia aquí en este mundo. ¡Escoja!
Sin duda no faltó quien le dijo a Abraham: "Abraham por que no vas con la corriente, mira por donde van todos". En cualquier momento podía entrar en la carretera principal y ser grande en la tierra. Tenía tiempo, pero no, siguió caminando por las carreteras secundarias de la vida buscando la ciudad celestial, porque anhelaba una mejor.
Ahora llego a la razón por este mensaje. Dios me dijo: "que no se avergonzaba de llamarse Dios de aquellos". ¡Léalo! "Por lo cual Dios no se avergüenza de ellos".
Dios no se avergonzó de Abraham. No se avergonzó de decir a todos los ángeles, a todos los demonios, a todas las criaturas, a todos los mundos por venir: "Yo soy Dios de esos que buscan una ciudad celestial".
He vivido en hermosas moradas en mi peregrinaje. Oasis de gloria. Despliegue de poder sobre una nación o congregación. Ríos burbujeantes con gozo; ríos que fluyen con vino, con aceite, agua y sangre. ¡Hermoso todo, por cierto!, pero yo sigo buscando aquella ciudad.
¿Ha vislumbrado usted aquella ciudad? Seguro que sí. Quizás no pensó de ella como una ciudad, quizás pensó en ella como un glorioso momento donde estaba usted y Dios, en hermosa comunión en su Presencia, mucho más allá de los atrios, allí en el lugar santísimo donde la luz del sol no llega. Allí se ve vislumbra la ciudad. Eso es sólo parte de lo que es la ciudad que espera a aquellos que Dios llamó.
Usted cristiano o usted iglesia pueden volver y tomar la herencia donde deseen, como Lot. Yo no puedo decidir por usted. Tomé ya mi decisión a solas, busco esa ciudad...

REGRESAR AL INDICE RHEMA