REVISTA RHEMA
DESPOJOS
Por F.W.BOREHAM
Mientras estaba teniendo un tiempo de relajación en mi living, sentí la voz de un
joven en la calle gritando: "¡Diario, con las últimas noticias de la guerra!"
(Refiriéndose a la I Guerra Mundial) Salí a la puerta y compré un ejemplar; me senté
para leerlo. De pronto, una palabra saltó de la página, "estado de sito".
Luego de leer el artículo, me recosté y dejé que mi mente vagabundeara por los
distintos estados de sitio ocurridos en la historia y en las escenas de tremendas luchas.
De repente, mis vagabundeos fueron interrumpidos... "¡Vaya a la cama hija, es muy
tarde!" Insistió una voz maternal. "¡Estoy haciendo la tarea para la Escuela
Dominical, ya está casi terminada!" Y yo pregunté: ¿qué es lo que tienes que
hacer, querida? Asumiendo el papel de mediador al instante. "Tengo que aprender estos
versículos de los Salmos." "Esta bien hija, léenoslo a ambos en voz alta y
luego ve a la cama; repliqué."
Ella leyó. Temo que no presté atención a todos los versículos que leyó, pero entre
las primeras palabras que oí, estaba lo siguiente... "me regocijo en tu palabra como
el que halla muchos despojo," Salmo 119:162.
Yo había leído estas familiares palabras cientos de veces, pero era como querer cruzar a
través de una puerta cerrada. Aquella noche, mis recuerdos acerca de los estados de sitio
históricos me dieron la solución... ¡Muchos despojos! Entonces di una vuelta de llave,
en la cerradura de aquella puerta cerrada y esta se abrió. Mi imaginación me llevó a
través del túnel del tiempo a otra escena en una inmensa ciudad, con puentes y torres,
rodeada por sus sitiadores. Había una lucha, y fue larga hasta que finalmente flameó la
bandera blanca de rendición.
RESISTENCIA
La ciudad cayó; el ejército se rindió; sus puertas fueron abiertas a las fuerzas
invasoras y el conquistador también entró triunfante para asir su espléndido botín y
sus seguidores con él, tomando con sus manos codiciosas cada tesoro que aparecía frente
a sus miradas rapaces. ¡Despojos y más despojos! Sí, me regocijo en tu palabra como el
que halla muchos despojos. El punto más notable de esta metáfora es que la ciudad
solamente entrega sus tesoros luego de una prolongada resistencia. El asediador no halla
la ciudad con sus puertas abiertas para darle la bienvenida, sino que esta, le da un
portazo en la cara, pone barrotes, cerrojos y defensas, tratando de retrasar su entrega
hasta que cede su resistencia al conquistador. La pertinacia sólo añade más dulzura al
triunfo final de su conquistador pero mientras esa resistencia persiste, la situación es
acongojante.
Las mejores situaciones de la vida siguen esa extraña ley. Vemos cómo la tierra se
endurece tanto que sólo el labrador, con el sudor de su frente, puede ararla y
ablandarla. Se arma con enjambres de insectos para que su esfuerzo de subyugarla llegue a
ser lo más infructuoso posible. Ofrece una perniciosa hospitalidad a cada mala semilla
que cae sobre ella. Anima a todos los enemigos del campesino y lucha contra de todos sus
aliados. Seguramente, esta faena hace que el tiempo de la cosecha sea más dulce pero
mientras tanto, el proceso de conquista es muy agotador. Es sólo al quebrar la
resistencia de la obstinada tierra que el labrador logra el dorado triunfo de su cosecha.
El minero pasa por igual experiencia. Nada logra la tierra al intentar retener el oro y
los diamantes; el cobre y el carbón. Sin embargo, esto hace que el trabajo del minero sea
muy peligroso y difícil...tiene que arriesgar su vida al descender a la profundidad de la
mina. Confieso que el peligro y el trabajo añaden un valor mayor al botín, pero ello no
implica que la consecución sea menos difícil. Quien quiera asir los tesoros que se
hallan enterrados en el corazón de la tierra, debe primeramente quebrar la resistencia
más penosa y determinante.
Los tesoros de la mente también siguen esa curiosa ley. No hay ningún camino fácil
cualquiera sea el aprendizaje. El conocimiento resiste al intruso. Presenta un aspecto
exterior que es totalmente desagradable; únicamente los más valientes persisten en su
ofensiva. Los libros de texto de la escuela, rara vez tienen fondo musical; no son
románticos. Recuerdo que en mis días de estudiante universitario, mi compañero de banco
falleció repentinamente. Él era inteligente; yo en cambio, no. Cuando me enteré de su
muerte, el primer pensamiento que tuve fue un interrogativo muy peculiar. ¿Habrían
perecido todos sus conocimientos con él? Pensé en todos los problemas que él ya había
resuelto y con los que yo aún continuaba luchando. ¡Podría haberme dejado como herencia
los frutos de todas sus victorias, que fueron obtenidas con tanta paciencia y luchas! Pero
no era así. La ciudad tenía que ser sitiada pacientemente y valientemente atacada antes
de su rendición. El codiciado diploma sería tanto más apreciado después de una lucha
prolongada y persistente. El conocimiento parece ser algo bueno y deseable, sin embargo,
resiste al estudiante novicio con tenacidad y sin la menor misericordia. El salmista
declara que aún la divina palabra nos trata de igual forma; con resistencia y desafío
hasta conquistar nuestra hostilidad. Fue en la carcasa del feroz león, previamente
muerto, que Sansón encontró la miel que resultó ser tan dulce a su paladar.
Generalmente hallamos nuestro botín en aquellas ciudades que cerraron sus puertas en
nuestras propias caras.
RENDICION
La ciudad se rinde. Puede soportar el sitio obstinadamente por mucho tiempo, pero
finalmente se rinde. Así fue ordenado. La tierra tiene el propósito de resistir al
labrador, pero también de entregarle el deleitoso y hermoso galardón. Los minerales que
están tan hábilmente escondidos y enterrados profundamente, no están allí para eludir
con éxito la vigilancia y la habilidad del minero heroico, sino para atesorar los metales
preciosos, hasta que llega el tiempo de que caigan en sus manos. La fastidiosa lucha del
estudiante en la búsqueda del conocimiento se torna en un doloroso proceso, no para
derrotarlo o para frustrarlo sino para que junto a la asimilación de su aprendizaje,
pueda desarrollar aquellas facultades de mente e intelecto que lo capacitarán para
utilizar con sabiduría todos los conocimientos que él está ahora acumulando con tanto
sacrificio. La victoria es segura, pero solamente para aquellos que son lo suficientemente
valientes y constantes. Tenysson dijo: "las mejores cosas y las más santas se nos
resisten para atraernos."
Quiero citar el ejemplo de la mujer sirio-fenicia. El Maestro se esconde de ella, trata su
angustia casi con indiferencia; mantiene un silencio frío frente a sus apasionados
ruegos, ofreciendo sólo rechazos a sus argumentos desesperados. Pero acaso quiso El
destruir su fe... Veamos. Ella se sentó con un luchador valiente, de coraje invencible y
paciencia extrema. Al ser derrotada en la puerta, ella volvió a atacar, siendo resistida
nuevamente. Pero luego aunó todas sus fuerzas y lo volvió a intentar, entonces Jesús
contestó, "... mujer, grande es tu fe, hágase contigo como quieres."
El triunfo era predeterminado pero la constancia y el coraje del sitiador deben ser
probados hasta el límite, antes de que las puertas finalmente se abran.
Entonces los vencedores caen sobre los despojos. La Palabra que antes resistía se rinde y
descubren que hay en ella riquezas que superan los sueños que el más avaro pueda tener.
"Me regocijo en su palabra como el que halla muchos despojos."Qué emoción
sentí al leer la descripción del famoso escritor Gibbon cuando relata la conquista de
Roma por los visigodos. Nuestras mentes pueden imaginar cómo las brillantes riquezas de
la ciudad fueron derramadas a los pies de los rapaces conquistadores. De igual modo, en
las historias escritas por Prescott, leemos cómo los tesoros fabulosos de Montezuma y las
pilas de oro del príncipe Atahualpa, quedaron a merced de Cortéz y Pizarrro: lingotes de
oro, de plata, rubíes y diamantes. Esta es la llave mágica que se revela al salmista,
"...me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos." Los
conquistadores con fuerza invaden la ciudad. Todas las casas son saqueadas. En los lugares
menos esperados los ciudadanos esconden sus tesoros y es allí donde los invasores hallan
el botín: en los cajones y en los aparadores, en grietas y hendiduras; de allí arrancan
los preciosos despojos. Recorren casa por casa y se oyen los gritos y las risas que emanan
de sus bocas a cada hallazgo. Y así fue, según nos cuenta el salmista la conquista de la
Palabra. Primero se resistió pero después los portales fueron abiertos en presencia del
desafío. Entró en la ciudad; comenzó a buscar los despojos. He aquí, que desde cada
promesa y precepto, desde cada versículo inocente o frase insignificante, los tesoros de
la verdad comenzaron a derramarse hasta que finalmente se vio poseído por tan grande y
abundante tesoro que no puede ser comparable a ninguna de las riquezas que hay en este
mundo; todas ellas son una miseria.
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